9.3.11

BIS

Resultado de un cadáver exquisito. Exquisito, el que viene en polvo, tres huevos, 220cc de leche, al molde,  media hora de horno. Te sale un lindo cadáver. Ojito, clavá cuchillo, si no sale seco es porque no está del todo muerto y en una de esas te horneaste un zombie.


No había forma de detenerlo, una vez que empezaba no podía parar hasta que chocaba con el techo. El tipo crecía sin poder imaginar el tamaño de su cuerpo. Cara, cuello, torso, brazos, caderas, lo de siempre. 
O no. También han dicho los que saben que palabras tales como siempre, nunca, no deberían ser usadas en la radio, para escuchar por horas los programas altamente peligrosos, ponen en riesgo de sufrir un colapso nervioso y caer en el vicio de hacer caca en un balde de dimensiones descomunales. 
Han perdido la razón, el roble hirió sus desalmados cuerpos, entorpecidos por la gracia de un bufón que nada ve. ¡Bien por ti, caballero! que aún gozas del don de la vista. Aquí, en el mundo de los ciegos, el tuerto se volvió hacia mí e indignado por lo que hice me preguntó: ¿Qué demonios tramaba Pipin montado en tal unicornio? No lo sé, ni lo sabré jamás, y eso no me hace más tonto. Solo me hace un canelón con queso y crema y solo resta saborearlo por el resto de la madrugada.


Amadeo, Joan y Rocío.

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